Respuesta :

Sexo, drogas, rock & roll y mucha salsa en esa Cali de los años setenta que nos describre en una prosa energética el para siempre joven escritor caleño Andrés Caicedo. Cuenta la historia de María del Carmen Huerta, una "niña bien", hija de un fotografo de la alta sociedad de Cali. La pequeña niña pronto se da cuenta de lo miserable que puede ser la vida burguesa de la "buena sociedad", pacata y aburrida, moralista y obsoleta, y se lanza a la conquista de la calle, del mundo verde que la rodea y que entonces bota candela como un volcán. Anda con un grupo de marxistas, que en esa época pululaban no sólo en Cali, sino también en Bogotá, mechudos, con mochila al hombro se reunían a leer El Capital. Pero la niña se aburría y se iba en busca de emociones más puras. Aparece entonces el mundo psicodélico del Rock, importado por los hijos de papi y mami que podían ir, dizque a estudiar, a los United States y llegaban vestidos como pandilleros, con los ojos perdidos en una nube de ensoñaciones. Se dieron en probar cuanta cosa encontraron para transgredir la consciencia: pepas, perico, ácidos, crack, marihuana, que no puede faltar, y los deliciosos hongos alucinógenos, que salían de la tierra como niños en domingo. Se encerraban en una casa a escuchar a los Rolling Stones y a meter y fumar hasta que terminaban vueltos ******, tirados en el piso sin saber de quién eran hijos, pero habiendo hablado de todo lo que se podía hablar sobre la vida y el Rock. Verdaderos eruditos de la música y el cine, reconocían al instante el sonido de Keith Richards y sabían el motivo de sus disputas con Mick Jagger y todo lo demás, todo lo que había que saber y aprender antes de cumplir venticinco años y suicidarse de alguna forma, porque vergüenza daba llegar a los años fofos y alienados de la vejez. Entonces esta reina de la noche, esta maga de los sueños caleños, se les abría a los rockeros y se iba a los barrios bajos, a donde los pobres, a confundirse con los sonidos de una salsa que ponía patas arriba las emociones de los caleños. Richie Ray y Bobby Cruz: "Agúzate, que te están velando" cantaba la niña, que ya sabía que lo suyo era la rumba y nada más que la rumba, y que todo lo demás era lujo y vanidad. Y recorrió la niña los parajes de su tierra virgen, alucinándose con cualquier loco que encontraba por el camino y que apenas si podía seguir el ritmo de la niña. "¡Que viva la música!" es un sueño que se vive rápido, sin mente, sin reflexión. ¿Tendrías el valor de entregarte al mundo de la sin razón? Nos pregunta la niña. Cuando Andrés Caicedo, de 25 años, recibió de una editorial argentina las primeras copias de su novela, comprendió que su legado a la posteridad estaba listo y se tomó sesenta pastillas de seconal para dejar ¡por fin! este mundo estúpido y perezoso. 

Fue su obra cumbre, la más importante y reconocida del artista, porque en ella plasma todo el sentimiento de una juventud desarraigada, desplazada y apartada de la sociedad caleña o colombiana o de todo el mundo. 

Este libro dedicado a los jóvenes produce cierta tristeza o cierta energía por ese pensamiento diferente, esas ganas de trascender, la música es el motor de todo para ellos, las ansias de no ser igual a los demás, el desespero por vivir. La vida se acaba pronto y hay que probar todos los excesos. Como dice el poeta William Blake: El camino de los excesos conduce a la sabiduría. 

"Que viva la música" es una obra que retrata una juventud sumergida en la búsqueda constante de la evolución, de no quedarse ahí, de ir al otro lado o saber ver esa otra realidad, así era la vida de Andrés Caicedo, tantas veces criticado por su forma de ver la vida, en oportunidades lo tildaban de loco, pero sólo el sabia que tal vez los locos son los otros, los que no han aprendido a ver. 

Las drogas juegan un papel fundamental en esa búsqueda, los viajes, vídeos, movimientos, percepciones- todo manejado desde la mente, la droga la ejercita, la abre y hace más resistible la vida vacía de esos jóvenes que nada los entusiasma, ni el amor, ni el trabajo, ni el dinero- este sólo sirve para tener más drogas. 

La protagonista de todo este rollo, es una joven que prueba todas las desmesuras, su vida era tan sana y tranquila y se fue alejando de su mundo, probó todas las drogas, tuvo muchos noviazgos los que más le convinieran, se volvió lesbiana y finalmente prostituta, pero lo más importante para ella era la música, si sólo se escuchaba el silencio se moría, la música era como el agua, era como una puerta, una salida una manera de poder ser ella y poder sobrevivir en la tierra, era el sentido de todo, su alimento. La salsa y el rock. Todo. 

No olvide las frases finales del libro, son el claro reflejo del escritor. "morir joven y vivir al máximo".


¡Que viva la música! es una novela del escritor caleño Andrés Caicedo, en la que el autor logra destacarse novedosamente dentro de la literatura colombianana de los años setenta. El joven autor muestra gran influencia por parte de autores como Julio Cortázar, Edgar Allan Poe o Mario Vargas Llosa. En sí, Andrés Caicedo a través de ¡Que viva la música!, muestra una cruda y devastadora realidad, que sumerge al lector en las andanzas, aventuras y desventuras de María del Cármen Huerta, una niña hija de un fotógrafo de la alta sociedad de Cali que deja la vida común a la que esta acostumbrada, para meterse en el mundo de la rumba, la música y las drogas. La novela está dividida en dos partes, la primera marcada por la música rock, en particular por los Rolling Stones y la vida en la clase alta caleña, y la segunda marcada por la música Salsa y el descenso a los barrios bajos de Cali.

La novela fue publicada originalmente por la editorial argentina Crisis y al poco tiempo por Colcultura. El autor cometió suicidio el mismo día que recibió por correo los primeros ejemplares/.